La palabra “misterio” es fascinante; tiene el embrujo de lo desconocido y el sutil sortilegio de la mentira; con toda esa carga es un vocablo atractivo. Esta palabra la usan los representantes de dios (título que se otorgan unos a otros los sacerdotes) y los diseñadores de la fe para cubrir justo aquello que debería ser lo más transparente en una religión: el beneficio de tener un dios.
Dios es justo y bondadoso, dicen. Pero todo ese rollo es un misterio, que se manifiesta cuando entendemos que si es justo no puede ser bondadoso: por justicia castigaría a un criminal, pero por su inmensa bondad, lo perdonaría. Por supuesto no podría ser bondadoso porque la justicia lo obligaría a castigar.
Es un misterio que la vida sea cruel: ¿Por qué mueren los niños? ¿Por qué enferman? ¿Por qué sufren? Y ¿por qué este sufrimiento no distingue entre buenos y malos?, ¿entre cristianos y herejes? ¿Por qué?; ¿por qué dios no cura el dolor y la angustia?, no quiere o no puede: si no puede es un pobre dios aprendiz de hombre; si no quiere, es un sádico. La respuesta se pierde en el misterio, pero la debes aceptar tal como es, porque si no, te espera el fuego eterno, que también es un endemoniado misterio: ¿con qué combustible arde? ¿De qué tamaño tiene que ser para meter a todos los pecadores de todos los tiempos?
Cuando se pretende encontrar explicación a los ministerios misteriosos, te encuentras con lo que decía san Agustín, un crápula convertido en padre de la iglesia y patrono de mi pueblo: “la autoridad de las sagradas escrituras es mayor a la de cualquier mente humana”. Pues sí, ante semejante modo de pensar no hay defensa porque todo queda en el misterio.
No obstante, invita a la reflexión y por eso quise saber cómo se define el misterio; el diccionario, docto él, me dijo que es un secreto, algo arcano a lo que no se tiene acceso, que no se puede explicar o entender; así pues tenemos el tremendo misterio de la santísima trinidad, un complejo problema de matemáticas que más bien parece oferta de mercado: tres dioses en uno. El misterio se recrudece cuando la religión que ofrece esta trinidad divina, es monoteísta.
Los misterios religiosos y muchos otros están ligados a lo secreto, a lo oscuro, a lo oculto; el misterio es una cortina de humo para disimular la mentira y por definición es contrario a la verdad. Entonces, un sistema religioso que utiliza el misterio para fundamentar su teología, es una religión que oculta la verdad… y si oculta la verdad, está burlando y humillando la fe de los hombres. ¿No cree usted?